La educación del cachorro comienza desde la etapa de recién nacido, junto a su madre y hermanos en su camada, si es posible. Esta razón marca la importancia que tiene que pase esta fase con ellos. Cuando el cachorro aún no ha abierto los ojos y repta hacia el pezón de su madre para mamar, es el hocico de la madre el que lo lleva a su lugar correcto y es la madre la que, por medio de su lengua, les estimula con el reflejo perianal cuando acaba de comer para que realicen sus necesidades fisiológicas. La madre lo hará mientras esté con ellos hasta que sean capaces de controlar sus esfínteres y aprendan dónde han de hacerlo. Así la mayoría de las veces, nosotros no vemos sus heces en la paridera o la cama.
La primera relación con sus hermanos de camada es una fase muy importante para descubrir a qué especie pertenece y con quién está. Es el llamado _imprinting_ o _impregnación_, que dura desde las 4 ó 5 primeras semanas hasta los 3-4 meses. La séptima semana es clave, ya que durante ese tiempo va a aprender los comportamientos jerárquicos de sus congéneres y a asumir su relación con otros perros. De ahí la necesidad de permanecer en la camada al menos el primer mes.
Una vez que el cachorro deje de vivir con su familia para pasar a la nuestra, nuestra labor será la que determine su comportamiento.
Más o menos alrededor de la séptima semana, al igual que vamos a buscar el cachorro a la tienda, criadero o casa particular, sería recomendable (y en la mayoría de los casos se nos olvida o no lo hacemos por pereza) hacerle una visita y valorar su _personalidad o carácter_. Nos ayudará en un futuro y empezaremos a aprender algo de él para después educarle. Aunque nos encaprichemos del cachorro que ya hemos elegido, una vez más hay que ser realistas y ver si será el ideal para nosotros.