- Deben estar siempre limpias y sin restos de secreciones. Sus formas son muy variadas (largas, cortas, caídas, enroscadas, etc) y también su longitud. Las erguidas suelen tener menos problemas, ya que se oxigenan mejor y las controlamos con más facilidad.
En algunos países se siguen cortando las orejas a determinadas razas (Boxer, Schnauzer), pero en otros, como Gran Bretaña y Alemania, se ha prohibido esta práctica.
- Debemos aprender a revisar las orejas para descubrir cualquier cambio de olor, color o secreción respecto a su estado normal.
- No hay que usar bastones de algodón, ni alcohol o agua oxigenada, puesto que existen productos especiales para su limpieza preparados para no alterar la flora bacteriana del oído ni irritar la mucosa que lo recubre internamente.
- Tenemos que tener en cuenta que el conducto auditivo del perro no es recto como el nuestro, tiene una forma de L que impide que accedamos fácilmente al tímpano.
- La limpieza del pabellón de la oreja se puede hacer con toallitas húmedas (como las de los bebés, pero impregnadas con una solución especial para la limpieza de la oreja) o un papel suave humedecido con suero o aceite de oliva.