Se trata de unas glándulas apocrinas situadas a ambos lados del ano. Su secreción, de fuerte y desagradable olor, se elimina junto con las heces normalmente o de forma aislada. En situaciones de miedo o estrés contenido es eliminado al exterior. Estas glándulas intervienen en el comportamiento sexual y hormonal de los perros, de ahí su costumbre de olerse por la zona perianal.
El problema surge cuando su eliminación no se realiza por obstrucción de los conductos en infecciones, por estreñimiento o diarreas. Entonces el animal, molesto, arrastra el ano por el suelo, se gira bruscamente y se lame el ano. Si no se le vacían, se produce un abceso, con el dolor y la infección que conlleva.