De por sí, un acuario es un elemento altamente decorativo de la casa (,) pero además es una pequeña ventana abierta a una porción de naturaleza, de la que enseguida disfrutaremos al diferenciar a sus habitantes, observar las costumbres de cada pez, sus hábitos, sus peleas, sus cortejos, sus crianzas, etc.

Podremos optar entre un sencillo mantenimiento, que sólo requiere conocimientos básicos, o pero podemos también profundizar en el interesante mundo de la fauna acuática, imitando hábitats reales (modificando los parámetros químicos del agua, colocando unos tipos concretos de peces y plantas, temperatura, luz...) e incluso enfrentarnos al reto de criar determinadas especies (algunas resultan realmente sencillas mientras otras se quedan para los acuariófilos expertos).

En resumen, un acuario nunca dejará de sorprendernos y enseñarnos cómo se desarrolla la (apasionante y tan desconocida) vida en el medio acuático.

Está demostrado que observar atentamente un acuario, los movimientos rítmicos y acompasados de los peces, el vaivén de las plantas con el agua en movimiento, el suave sonido de las ondas de agua o las burbujas de aire relaja y tranquiliza a las personas. Diversos estudios indican que quienes disfrutan de un acuario en casa tienen su presión sanguínea por debajo de los valores de quienes carecen de acuario.

Pero debemos tener presente que comprar un acuario e instalarlo en un lugar privilegiado del salón no es como comprar un cuadro, colgarlo en una pared y de vez en cuando, disfrutar mirándolo). El acuario y sus peces, como ecosistema vivo que forman, requieren cuidados y atenciones que, aun siendo sencillos, deben seguirse estrictamente. Los primeros meses de un acuario recién montado son muy inestables, pues lleva tiempo conseguir un equilibrio entre todos sus habitantes: microorganismos, peces y plantas...