Producida por el protozoo Toxoplasma gondii. Es muy temida por las mujeres embarazadas, aunque hay que ser consciente de que no sólo la puede transmitir el gato. Afecta a las personas y los pequeños mamíferos que se infectan por la ingestión de los huevos que se hallan en las heces de perros y gatos. El parásito también aparece en la carne mal cocinada o cruda, y en verduras mal lavadas, de ahí que puede haber contagio sin tener gato. Los gatos la sufren de modo apenas visible, se manifiesta en un proceso diarreico que no es grave y por las afecciones en los ojos (uveitis).
En las personas causa erupciones cutáneas, fiebre, linfadenopatía y malestar. Lo más peligroso es que puede provocar alteraciones del feto o abortos si la infección se produce durante los tres primeros meses. De cualquier forma, es frecuente que estemos inmunizados contra esta enfermedad tras haberla padecido anteriormente sin ser conscientes de ello, por lo que el problema es remoto para personas con un sistema inmune correcto.